Puede que no todas contéis con una crema hidratante entre vuestros básicos de belleza (aunque deberíais), pero seguro que más de una la habéis utilizado en alguna ocasión. El problema viene en que la mayoría de las veces no sabemos cuál utilizar y acabamos optando por la que está de oferta en ese momento. De ahí vienen los problemas de: “uy, pues esta crema me ha dado alergia”, “uy, pues con esta me han salido granitos”.
Y es que puede que creamos que no tiene mucha importancia cuál comprar, pero lo cierto es que elegir la crema adecuada para nuestro tipo de piel es fundamental si queremos unos buenos resultados.
A diferencia de una mascarilla, un exfoliante, tónico o loción limpiadora, las cremas hidratantes tienen la función de (valga la redundancia) hidratar nuestra piel y evitar esa sequedad que sufrimos de vez en cuando, especialmente en épocas de frío. ¡Pero no solo eso! Aquí tienes algunos de sus otros beneficios:
Protege la epidermis.
Elimina el aspecto áspero de la piel, aportando un tacto mucho más suave.
Ayuda a recuperar la vitalidad natural de nuestra dermis.
Evita la acumulación de células muertas.
Favorece la elasticidad de la piel.
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